Consulta pública del T-MEC: cuando el pueblo “decide” lo que el gobierno ya tenía escrito

En México, la palabra consulta pública se ha convertido en sinónimo de un espectáculo que empieza con un anuncio solemne y termina con un resultado más que previsible. Ahora el gobierno ha decidido llevar este modelo “participativo” al terreno del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Marcelo Ebrard, con toda la seriedad del caso, informó que la revisión del acuerdo comercial será sometida a la opinión de la gente. Sí, así como se consulta si hay que poner o no un aeropuerto en un lago seco, ahora se pregunta si conviene mantener vivo el tratado que sostiene buena parte de la economía mexicana.

El 17 de septiembre de 2025 se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las bases para esta dinámica ciudadana, abierta, digital, inclusiva y, sobre todo, decorativa. El discurso oficial habla de un proceso transparente en el que académicos, sindicatos, empresarios y hasta ciudadanos de a pie podrán dejar sus comentarios. Pero cualquiera que haya seguido la política mexicana sabe cómo termina esta película: la consulta dirá lo que el gobierno necesita que diga, y al final aparecerá un documento con la frase mágica: “el pueblo decidió”.

El pueblo “decide”, el gobierno redacta

Según Ebrard, el objetivo de la consulta es revisar qué ha funcionado con el T-MEC desde su entrada en vigor en 2020. Pero en los pasillos políticos, todos saben que el libreto ya está escrito: se simulará que la ciudadanía opinó, se organizarán foros donde unos cuantos hablarán mucho y nadie escuchará, y al final se anunciará que “por voluntad del pueblo” se pondrá fin al tratado. Un final digno de telenovela con un guion tan predecible que ni el canal de las estrellas lo transmitiría.

Claro, el detalle incómodo es que Estados Unidos, con Donald Trump de regreso en la Casa Blanca, difícilmente permitirá que México rompa unilateralmente el acuerdo. Trump ya dejó claro en su primer mandato que la paciencia con sus socios comerciales es limitada, y con el “América primero” de nuevo en marcha, cualquier intento de cancelar el T-MEC terminará en una simple amenaza: “lo acabamos nosotros, pero en nuestros términos”.

Cuando el show termina, la factura llega

El sarcasmo de todo esto es que, mientras en México se presume la fiesta democrática de la consulta, en el mundo real las reglas del comercio internacional no se escriben en encuestas online ni en urnas improvisadas en plazas públicas. Las inversiones, el empleo y las exportaciones no se sostienen con hashtags patrióticos, sino con tratados vinculantes.

Si Trump impone sus condiciones y México juega a la simulación, quien terminará pagando la factura será, como siempre, la economía mexicana. Desde el encarecimiento de exportaciones hasta el riesgo de perder inversiones en manufactura, la realidad será menos épica que el discurso oficial. Pero al menos quedará el consuelo de que “el pueblo decidió”… aunque haya decidido exactamente lo que el gobierno necesitaba.